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Menores y conflictos armados

En los últimos años, los órganos de las Naciones Unidas encargados de la protección de los/as niños/as han destacado con preocupación que la naturaleza y las tácticas evolutivas de los conflictos armados están generando amenazas sin precedentes para los/as niños/as. La falta de frentes claros de batalla y de adversarios identificables, el creciente recurso a las tácticas terroristas por algunos grupos armados y ciertos métodos utilizados por las fuerzas de seguridad han hecho que los niños y las niñas sean más vulnerables.

A pesar de que las condenas dictadas representan considerables avances y constituyen un claro mensaje de que el reclutamiento de menores es un crimen de guerra, todavía se sigue reclutando niños y niñas en algunos países para formar parte de grupos armados o fuerzas armadas (actualmente se calcula que hay más de 250.000 menores que participan activamente en conflictos armados en 21 países). Son utilizados como escudos humanos, para fabricar y colocar artefactos explosivos improvisados, perpetrar ataques suicidas, actuar como informantes, mensajeros, guías o escoltas, portar armas, participar en ataques, cometer violaciones, secuestrar y reclutar personas, vigilar puestos de control, portear provisiones y cargar con los objetos saqueados, etc.

Especialmente grave es la situación de las niñas, utilizadas también como esclavas sexuales u obligadas a casarse; la violación no sólo obstaculiza cualquier posibilidad de contraer matrimonio, sino que también puede tener consecuencias aterradoras: embarazos no deseados, VIH/SIDA y otras infecciones de transmisión sexual (ITS), deshonor, trauma psicológico; de esta manera son forzadas a depender del grupo que las recluta, incapaces o demasiado temerosas para encontrar una salida.

Otra tendencia constante es la práctica consistente en detener y encarcelar a niños/as con o sin cargos penales por considerar que constituyen una amenaza para la seguridad nacional por el hecho de su presunta pertenencia a un grupo armado o por actos cometidos durante su participación en hostilidades. Los/as niños/as capturados son frecuentemente privados de libertad durante largos períodos de tiempo, en deficientes condiciones y en algunos casos sin que puedan acceder a una defensa jurídica ni conseguir una revisión judicial que valore la legalidad de su privación de libertad. Cuando están privados de libertad, los/as niños/as son particularmente vulnerables a las violaciones de los derechos humanos, incluidos los tratos degradantes e inhumanos, y, en algunos casos, la tortura. Este patrón observado de malos tratos incluye la violencia física, las agresiones sexuales y las amenazas de violación, las prolongadas posturas extenuantes, la utilización de instrumentos dolorosos para limitar sus movimientos, la reclusión en régimen de aislamiento, la desnudez forzada y la privación de alimentos, agua y servicios básicos.

Al tiempo, las escuelas siguen siendo atacadas y utilizadas con fines militares; recientemente se ha observado como se han utilizado como cuarteles, almacenes de armas, centros de mando, lugares de detención y de interrogatorio y posiciones de ataque con armas de fuego y de observación. Esa utilización de las escuelas no solo da lugar a una disminución de la matriculación y a elevadas tasas de abandono escolar, especialmente entre las niñas, sino también a que puedan ser consideradas objetivos legítimos de ataque.

Asimismo, los ataques con vehículos aéreos no tripulados han producido víctimas entre los/as niños/as y han repercutido gravemente en su salud psicosocial, especialmente por lo que respecta a su acceso a la educación; por ejemplo, en algunas situaciones, los niños y las niñas han dejado de asistir a la escuela por temor a los ataques con vehículos aéreos no tripulados.

Por otra parte, los conflictos armados también has creado un entorno en el que se ha vuelto extremadamente difícil llegar hasta las poblaciones afectadas para brindarles asistencia humanitaria. La atención médica sigue siendo insuficiente en las zonas en disputa, y muchos niños y niñas han perdido la vida a consecuencia de sus heridas por falta de atención adecuada u oportuna.

Por último, los enfrentamientos siguen forzando a la población a abandonar sus hogares; las últimas cifras de que disponen las Naciones Unidas indican que hay más de 1,3 millones de refugiados/as sirios/as en los países vecinos y 4,25 millones de desplazados/as dentro del país, la mitad de los cuales son niños/as.

Fuente: Informe anual de 2012 del Secretario General de Naciones Unidas sobre menores y conflictos armados.

El cortometraje «Aquel no era yo» de Esteban Crespo muestra la cruda realidad de los niños y niñas soldado y lo que muy pocas veces vemos, sus secuelas…

A los niños y niñas no se les pega

Parece obvio verdad?, pero desgraciadamente muchas personas todavía piensan que ante una rabieta el mejor remedio es pegar un buen cachete…

Ayer tarde presencié la siguiente escena en la cola de embarque de un avión con destino a Santiago de Compostela:

Una madre sóla con dos niños a su cargo de 2 y 4 años respectivamente esperan a que se inicie el embarque de un avión, que por cierto viene con bastante retraso; el resto de pasajeros aguardamos pacientemente en la cola cuando de repente el niño más pequeño empieza a llorar desconsolado ante lo que su madre intenta mantener la calma e ignorar la conducta de su hijito (no le dice nada pero mantiene el contacto visual, la mirada se torna fija, amenazante). Poco a poco el llanto va siendo cada vez más alto, por lo que todo el mundo está pendiente de la reacción de esa madre que sigue sin saber cómo hacer frente a la emoción del niño, sin actuar al respecto. Empiezan a surgir los comentarios de los/as allí presentes, la chica que va delante de mí en la cola se da la vuelta y me dice inquieta (reproduzco la frase literal): “Es que tendría que darle una hostia…”; el grupo que está detrás de mí murmura: “pero que le de un buen cachete, no?”, a lo que otro individuo indignado se suma y dice “como ahora está de moda no hacer nada…”. Tampoco falta la opinión de una madre que añade: “yo la comprendo perfectamente, tengo cuatro hijos…”. Al final empezamos a embarcar y el niño deja de llorar.

Una rabieta infantil es una demostración de enfado que sufren los niños y las niñas cuando enfrentan una situación que les causa malestar y una incomodidad extrema; no saben gestionar las emociones de otra manera ya que carecen de ciertas habilidades (lenguaje, empatía, control de los impulsos, etc).

El enfado es una de las emociones más difíciles de aceptar. Los niños y niñas necesitan saber que todo el mundo se enfada alguna vez y que es un sentimiento natural.

No estoy de acuerdo con que la manera de resolver una rabieta sea ignorar las emociones del niño o la niña.

Esperamos de aquellos/as que nos rodean que nos escuchen, que traten de entendernos, que nos consuelen cuando lo pasamos mal. Al ignorar a los/as niños/as en una rabieta corremos en riesgo de transmitir mensajes negativos: que no tenemos en cuenta sus sentimientos y que no les entendemos.

Intentar ponerse en el lugar del niño o la niña, comprender sus sentimientos, estar disponible, permitirle que de su versión sobre las cosas, ESCUCHARLE, hacerle entender que sus sentimientos me importan mucho y enseñarle a gestionar su enfado de una manera sana, harán que se sienta valorado/a y confié en sí mismo/a a la hora de enfrentarse al mundo.

A nadie le gusta que le ignoren y mucho menos que le peguen!.

Analfabetos/as emocionales son aquellas personas que no saben aceptar sus emociones ni comprender las de los/as otros/as y que además no quieren cambiar este comportamiento, a pesar de todos los problemas que les genera. Y esto es lo que resulta verdaderamente curioso, ya que muchas de estas personas son prácticamente incapaces de encontrar la felicidad a lo largo de su vida. Entonces, ¿qué les lleva a no querer cambiar?

Se debe al miedo. Acudir a consulta psicológica es el primer paso para un gran autoconocimiento, lo cual también implica el tener que vernos tal como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, aceptar que no somos perfectos/as, que cometemos errores y que con algunos de nuestros comportamientos hacemos daño a los demás aunque no queramos. En suma, que somos humanos.

Conclusión: La naturalización de la violencia contra los niños y niñas es preocupante. El cambio está en nosotros/as mismos/as, seamos o no psicólogos/as, no tenemos que tener miedo a aportar cosas nuevas…

Si tu avanzas, el mundo avanza.

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